Una clase en Huadhua


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Después de 3 horas de coche por la montaña llegamos finalmente a Huadhua, un remoto pueblo de 200 habitantes. A medida que nuestra furgoneta pick up se acercaba de la escuela, los niños empezaban a pegar gritos entusiasmados. “¡Gringo, gringo!” se dispara en el aire mientras los niños nos miran con desconcierto y curiosidad. Los niños, tímidos al principio, se dispersan cuando no acercamos, pero al cabo de unos minutos nos persiguen, juegan al futbol con nosotros y nos piden que les aupemos. Con su energía contagiosa los niños nos llevan al patio de recreo 30 minutos, lo cual nos agota a Phil y a mí debido a la altitud. 

A medida que se acerca el mediodía, los niños van dirigiéndose hacia el ayuntamiento donde Alma organiza su programa extra-escolar. Por supuesto, 30 de ellos se amontonan en la parte trasera de la furgoneta pick up. Phil y yo tenemos que compartir el asiento de delante, por haber llegado tarde al coche. Después de un paseo de 2 minutos llegamos al ayuntamiento. Los niños salen en desbandada hacia la puerta y gritan “¡Profesora!” mientras esperan a que llegue la profe. Los chicos empiezan a armar jaleo, les encanta molestar a Phil. Una vez en clase, los niños se colocan alrededor de dos mesas de madera y cantan una canción en su lengua materna, el quechua. 

TLuego, varias chicas se ponen delante de la clase para cantar canciones españolas. La lección del día trata sobre la comunicación. Los niños forman grupos y su tarea de hoy es escribir historias cortas que incluyan varios objetos del aula. Dos de los grupos trabajan muy bien juntos. Nos impresionó la habilidad que tienen en escribir en ambos idiomas, español y quechua. Los otros dos grupos, compuestos mayoritariamente por chicos, estaban más interesados en Phil y en mí que en sus historias. Al profe le costó captar su atención. Los muchachos siempre serán muchachos, sean de donde sean. Después de una hora de escritura, los grupos presentaron sus historias. Parecían particularmente tímidos con nuestra presencia, mirándonos después de cada frase para ver cómo reaccionábamos, como si fuéramos una especie ajena.

Una vez acabaron las presentaciones, entregaron portátiles a los niños para crear presentaciones PowerPoint para describir la relación entre narración y comunicación. El duro contraste entre los nuevos portátiles y este pueblecito que apenas tiene bombillas para todos los habitantes era llamativo. Sin embargo, ver cómo estos niños creaban sus presentaciones con el PowerPoint era inspirador. Esa era una oportunidad que estos chicos nunca hubieran tenido sin el apoyo de Alma.

Al cabo de 3 horas de canto, narración y ordenador, la clase se acabó. En la siguiente clase cada uno presentará sus conclusiones a los demás. Phil y yo nos despedimos, abrazando a los niños y llevándoles a caballito por última vez. Tras ello nos subimos a la furgoneta para volver a Cusco. 

Los niños de Huadhua tienen mucha energía, son curiosos y tienen mucha facilidad para reír. Mientras les mirábamos y nos relacionábamos con ellos en clase, era obvio que cada uno de ellos tenía un gran potencial. Desgraciadamente también se veía claramente que estos niños estaban muy poco acostumbrados a pensar de manera crítica. Aunque sabían escribir perfectamente y memorizar canciones, les costaba bastante enfrentarse a ejercicios más complejos, como por ejemplo, estructurar un relato o encontrar relaciones entre conceptos distintos. Estas tareas, menos concretas, causaban confusión y los niños llegaban hasta a desconectar. El proyecto de Alma en Huadhua sirve justamente para ayudar a estos niños a desarrollar estas habilidades. Aunque el proyecto de Alma se enfrenta a varios retos, como por el ejemplo el desequilibrio entre el número de estudiantes y el número de profesores (30 estudiantes y 1 profesor), las edades tan heterogéneas (de 3 a 16 años) de los niños y los problemas de infraestructura que surgen cuando se implanta dichos programas en zonas remotas, está claro que el proyecto está a punto de crear un impacto en las vidas de estos niños, de sus familias y de la comunidad en conjunto.

Ben

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