Es otra vez, la época del año cuando visito la mayor cantidad de nuestros proyectos en 2 semanas. Este año traté de maximizar mi tiempo en las comunidades y decidí dormir por tres noches en un par de comunidades de la selva boliviana.
No sé exactamente que me asustaba más, todos los vuelos que había que tomar para llegar al destino – porque tengo temor a volar – o pasar cuatro días lejos sin electricidad, servicio de celular, un baño, una ducha y comida y/o bebidas que fácilmente podían enfermar mi engreído estómago norteamericano. ¡Llevé conmigo varias pastillas para dormir para los vuelos y Cipro para el campamento en la Selva!
Por supuesto, todo lo que sucedió fue que los niños de las comunidades donde trabajamos robaron mi corazón con lo amables que son, y lo bien que nos reciben sus padres. Kathe, Coqui y Octavio en Cusco, nuestros gerentes de proyecto son queridos por los niños (corrían a abrazarlos tan pronto llegamos). Me sorprendió ver lo mucho que trabajan nuestros profesores para desarrollar un currículum de pensamiento crítico y cuanto respetan a Ian, en todas partes.
En la región de la selva de Bolivia, actualmente estamos trabajando en 11 comunidades. Visité todas ellas, y me quedé a dormir en dos comunidades. Asistimos por lo menos a una o dos horas de clases y organizamos una reunión en el ayuntamiento con todos los padres de familia. Tuvimos reuniones privadas con los profesores y como siempre, comimos con los niños o sus padres.
Pude apreciar que la asistencia [a las clases] es casi siempre al 100% porque los niños adoran jugar y el formato basado en proyectos. Los padres, no estaban convencidos al comienzo; porque nuestra “escuela” es muy diferente a la escuela tradicional con un profesor al frente y los alumnos simplemente copiando del pizarrón. Eso es cosa del pasado, y ahora nos apoyan completamente. En lugares donde hay “escuelas”, éstas no funcionan o no funcionan bien. Somos la fuente de educación de-facto. Los padres en todas las comunidades están muy agradecidos de que los profesores siempre están en el lugar, viviendo en las comunidades de lunes a jueves durante el año escolar.
Este año contratamos un psicólogo para visitar las comunidades de Bolivia y medir nuestro impacto psicológico, no académico. Su reporte verificó lo que veníamos pensábamos por un buen tiempo; el usar la cultura local en las lecciones, haciendo visitas regulares a las casas, insistiendo que los papas ayuden a los niños con “la tarea” e implementando un plan de estudio enfocado en valores, ha creado niños que se sienten más seguros, felices. Y mejores relaciones dentro del núcleo familiar construyendo comunidades más fuertes.
El recuerdo más resaltante de mi viaje a Bolivia fue quedarme a dormir en las comunidades. Durmiendo al aire libre y despertando con el sonido de los niños alistándose para la escuela (bueno, los gallos me despertaron antes de la madrugada) fue muy divertido. Estábamos a 40 grados Celsius y con humedad extrema; pero los niños estaban completamente vestidos para el programa de ALMA y asistieron incluso enfermos. Cuando fue momento de partir, los padres y niños nos preguntaron, cuando volveríamos y que, por favor, continuemos con el programa, y que no nos olvidemos de ellos.
En el camino de regreso de Bolivia, Ian dio un discurso en la Universidad en Trinidad sobre “Aulas Creativas”. Estábamos esperando de 20 a 30 estudiantes de educación y aprovechar la oportunidad para para reclutar profesores. En su lugar la sala estaba llena a total capacidad, con cerca de 150 personas. Ian dio una charla entretenida e interactiva sobre metodologías de razonamiento crítico. Cada año nuestra reputación y credibilidad crece en Bolivia. En Peru, tenemos el apoyo de los padres y las comunidades; pero aquí en Bolivia también tenemos el apoyo de la Universidad y los políticos Municipales. En realidad, el municipio tiene un empleado civil a tiempo completo, cuyo trabajo es ser el contacto para ALMA.
Desde la caliente y húmeda jungla, tomamos tres vuelos para aterrizar a 12,000 pies en el frío y escaso aire del Perú. Hemos trabajado muchos años en este país y dado mucho más entrenamiento a profesores; así que la calidad de las lecciones diarias es mejor que en Bolivia, y pude ver como nuestra rica pedagogía es ejecutada bien y recibida por los estudiantes. Visité siete proyectos durante mis seis días en Perú y creo que todos ellos están funcionando bastante bien. Ahora, tenemos un grupo de estudiantes que son los primeros en su región en graduarse de secundaria y continuar estudios postsecundarios.
Un momento mágico para mí fue cuando me arrastraron a la casa pequeña de adobe de una señora mayor, para comer cuy con Ian y Octavio. Esa señora se veía muy anciana y no hablaba una sola palabra de español, pero nos habló sin parar en quechua. Ian tradujo, que ella nos estaba agradeciendo una y otra vez, porque su hija es ahora alumna de ALMA en Cusco, y se está preparando para dar el examen de ingreso a la Universidad. Su madre esta eternamente agradecida. Ella compartió con nosotros su cena de cuy, – que solo se come en ocasiones especiales – y nos regaló chalinas tejidas a mano y comenzó a llorar. Dos días después, conocí a su hermosa e inteligente hija en Cusco. Ella estaba en el departamento que alquilamos para cuatro de nuestras graduadas en Cusco, en un lugar tan lejano y totalmente diferente a la pequeña casa de adobe donde creció. Y pensé ¿Realmente esto está pasando? ¿Tal vez esta jovencita de un origen tan humilde puede ir a la Universidad en una ciudad muy grande? Yo también sentí emoción y quise llorar.
Cuando regresé a Toronto, mandé una nota breve a nuestros directores. En resumen, les dije: “Nuestro Director y Coordinadores de Proyectos están haciendo un excelente trabajo; las autoridades educativas nos conocen y respetan; los padres y los niños nos quieren. El reto es encontrar y mantener buenos profesores porque las comunidades beneficiarias están en zonas remotas, son muy pequeñas, no tienen electricidad, agua potable o servicio celular y además tienen climas muy duros. Cuando le pregunté a un profesor en Huadhua (A 13,000 pies sobre el nivel del mar en los Andes) cuál era la parte más difícil de su trabajo, él sonriendo respondió “Hace mucho frío aquí”.
— Alan Harman